Manoli Garcia – Poscursillo de Pozoblanco
Hice el cursillo 1.111 el último antes de la pandemia. Me lo propusieron, y aunque nunca me lo había planteado, sin pensarlo mucho mi respuesta fue un sí.
Cuando llegué me vi un poco perdida, sin saber qué hacía yo allí, estaba pasando por unas circunstancias difíciles en mi vida, si la casa de San Pablo hubiese estado en Pozoblanco, me vuelvo a la mía.
Pero esa primera noche en silencio y reflexionando, me hizo ver que todo lo que viene de Dios era bueno para mí.

Comenzaron las charlas, las reuniones en grupo y me sentí un poco desplazada, estaba rodeada de personas muy preparadas, creía que no encajaba, pero gracias al gran equipo de personas que me ayudaron siempre y al entrar en la capilla ver la imagen de Cristo con los brazos abiertos en su cruz, y a esa madre siempre mirándolo, sabía que algo bueno me esperaba y fui sintiéndome mejor cada día.
Y llegó el día del Sagrario, y allí tocándolo con mis manos, El Señor me transformó, era emoción tras emoción, lloraba, pero mis lágrimas eran diferentes, eran de alegría, el encuentro con Cristo cambió mi vida.
Siempre he sido una persona creyente, afortunada de poder visitar por mi trabajo al Señor en el sagrario a diario, pero no le daba sentido a lo que hacía, después de mi cursillo soy más perseverante en mi oración, rezo todos los días el rosario con un grupo de cursillos, veo, siento y hago las cosas de mi vida de otra manera. Tengo necesidad de estar con El Señor.
Pertenezco al grupo de poscursillo de Pozoblanco, que me enriquece enormemente, me ayuda a seguir creciendo como persona y como cristiana. Soy más solidaria con mis hermanos y siempre intento estar cuando se me necesita, con mis debilidades y mis luchas, pero haciendo camino juntos y siempre de la mano del Señor.
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