El edificio se organiza según varios ejes perpendiculares entre sí que trazan los espacios de distribución en torno a patios, al modo que utilizara años antes Rafael de la Hoz en el Convento de las Salesas (1959), para dar luz y ventilación a las galerías que los rodean y ofrecer el verdor y sosiego de sus plantas. En el centro del conjunto, la Capilla, que configura el volumen principal, de forma trapezoidal, destaca sobre la cubierta del resto del edificio.
Conociendo las necesidades funcionales del Movimiento de Cursillos, Rafael de la Hoz establece diferentes áreas de uso con distinto grado de privacidad: junto al vestíbulo principal, la sala de charlas, el comedor, el patio principal; tras el comedor, la zona de “Cocina”, con sus dependencias complementarias y otro patio anexo; al fondo del conjunto, la zona de residencia, dispuesta en “L” con habitaciones diferenciadas en dos alas, para responsables y para cursillistas. La Capilla se sitúa en el centro, como elemento principal que articula y relaciona las tres zonas. La disposición de pequeños jardines entre los núcleos construidos, hace que el ambiente sea acogedor y la escala doméstica, en la misma forma que los empleara en el cercano Colegio Las Teresianas (1959).