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Mi Cuarto día

   Me piden que dé el testimonio de cómo fue la experiencia de mi Cursillo, cómo cambio mi vida, cómo persevero y cómo es mi acción y fermentación en los ambientes en que vivo. No me resulta fácil. Una cosa es dar, un testimonio puntual y de palabra, y otra es decir cómo he vivido los últimos treinta y dos años y, además, en trescientas palabras. En fin…, entenderé que esto forma parte de “…el pan mío de éste día…”, por tanto ¡vamos allá!

   Nos acercamos con ilusión y mucha Gracia a la celebración del Cursillo 1.000, algo que pasará a la  historia de nuestra Iglesia Diocesana y del MCC. Sin lugar a dudas, si cada vez que se celebra un Cursillo se “genera” nueva Gracia de Dios, nueva fuerza del Espíritu y nuevo grupo de creyentes que caminan hacia la vivencia de Jesús a través de la Iglesia, creo que efectivamente Cursillos de Córdoba ha vivido “1.000 generaciones…”. Ante este gran acontecimiento no tengo más remedio que hacer una parada en mi vida y ver la panorámica de éstos seis lustros y pico.

   Personalmente, sólo he vivido la generación de la mitad, soy “producto” del Cursillo 500, diciembre 1979. Recuerdo mí Cursillo como si lo estuviera viviendo: Rector,  directores espirituales, responsables, grupo de cocina, rollos, anécdotas, murga, detalles… Ese recuerdo constante me hace perseverar, porque para mí el Cursillo supuso un cambio total y radical de mi vida. La Gracia de Dios y sus “instrumentos”, tan queridos y algunos llorados, “me volvieron como un calcetín…”. En el Cursillo me enamoré de Jesús, capté la misericordia del Padre y la inteligencia del Espíritu, conocí que amar es darse, que justicia es justificar, que paz es equilibrio interior, que humildad es decencia y que paciencia es tolerancia. Capte el Cursillo como un “conócete, conócelo  y ámalos”.

   Y, como consecuencia de lo dicho, mi “Cuarto día” ha sido un constante estar en función de mí ser Iglesia, siempre desde Cursillos, unas veces con más y otras con menos ganas: Escuela de Dirigentes, Vocalías Comarcales, Grupos de Acogida, participación en más de cuarenta cursillos, etc. En mi Parroquia me  responsabilicé de la Catequesis de Adultos para la Confirmación, y he colaborado en más de treinta Cursillos Prematrimoniales. En el mundo de la empresa siempre asumí tareas de responsabilidad llevado por mi afán de ayudar y mi principio de “sacralizar” esa parcela de la actividad. Allí donde he estado, siempre he dejado claro mi ser católico practicante y cursillista y, debo reconocer que, hasta en los peores ambientes, siempre me respetaron y supieron que podían contar conmigo. Algún día contaré alguna anécdota al respecto.

   Desde mi prejubilación, en 2008, sigo con las mismas preocupaciones eclesiales, pero he ampliado las del “mundo profano” asumiendo responsabilidades de “política social”: Colegio Profesional, Unión Profesional y Consejo Social de la Ciudad. En todos sitios saben lo que soy, cómo entiendo el servicio al prójimo y por qué “me meto hasta en los charcos…”. También por esas fechas, la familia, pusimos en marcha una pequeña explotación de viña y, desde el primer momento, primó el deseo de dar trabajo en éstos momentos tan delicados y críticos, porque creemos que es la mejor manera de compartir. 

   Y dejo para terminar la parcela que más quiero y en la que me cuesta más trabajo “fermentar”: mi familia. En ella, desde la libertad de cada uno de sus miembros, procuro dar testimonio de lo que soy, fomentar el cariño y el respeto entre todos y ayudar, en la medida de lo posible, en las necesidades personales. Tengo que reconocer que quiero más a mis nietos que a mis hijos y, es lógico, porque al ser aquellos hijos de éstos son “rehijos” míos.

   Creo que hasta ahora no he negociado, del todo, bien los “talentos” que el Señor deposito en mí para que los administrará en beneficio de los demás, prometo hacerlo mejor a lo largo de las próximas “500 generaciones”.

   “De muchos colores…”

Manuel Barragán
Cursillo nº 500

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