
Pablo Domínguez Prieto recorre en estos Ejercicios espirituales el Padrenuestro y nos lleva a saborear «la oración de las oraciones». Hace que entremos y metamos el corazón y la razón en toda la riqueza que encierra la oración que Cristo enseñó a sus discípulos. Esta obra está íntimamente ligada a su testamento espiritual, Hasta la cumbre. Ambos libros póstumos son la transcripción de unos Ejercicios espirituales y expresan una misma situación interior y biográfica. Estos Ejercicios fueron dirigidos a un grupo de sacerdotes en Colombia en enero de 2009, veinticinco días antes de su muerte en el descenso del Moncayo.
«He llegado a la cima». Estas son las últimas palabras que Pablo Domínguez Prieto dijo a su familia por teléfono, unos minutos antes de morir. Los que le conocen aseguran que este sacerdote nacido en Madrid y de padres ponteareanos sabía que iba a morir joven y prefería hacerlo en la montaña «el lugar en el que se sentía físicamente más cerca de Dios». Pablo Domínguez nació en Madrid el 3 de julio de 1966 y se ordenó sacerdote a los 24 años. Doctor en Filosofía y en Teología y decano de la Facultad de Teología de San Dámaso (promovida por Rouco Varela) publicó siete libros y decenas de artículos y conferencias. Sacerdotes, monjas y gente de toda condición le pedían que predicara ejercicios espirituales por todo el mundo. Y no sabía decir que no. Eso le llevó a un convento cisterciense en Tulebras (Navarra), en febrero de 2009. Les habló de la muerte, con alegría. Al día siguiente subió al Moncayo (2.300 metros), la última cima española que le quedaba por conquistar.Era buen montañero. Coronó todas las cimas españolas con más de 2.000 metros, cimas de Los Alpes con más de 4.000 metros, y otras mayores en América y Asia. Siempre que podía, celebraba misa en la cumbre. Sacaba su crucifijo y celebraba esas misas que él llamaba cósmicas
Pablo fue hallado muerto en compañía de una montañera. La causa del fallecimiento fueron los diversos golpes que recibieron al despeñarse por la ladera helada del Circo de San Gaudioso, cuando descendían de la cima del Moncayo.

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