Ejercicios Espirituales en San Pablo 2023
Vine a los ejercicios espirituales convencida de que era “la hora de Dios”, aunque no la mía, pues me pillaba en un momento de trabajo complicado.
Desde el primer momento sabía que el SILENCIO, al que no estamos acostumbrados y muchos menos en una familia con 4 hijos, y la ORACIÓN ante el Santísimo, eran la clave. Y un susurro en mi interior que me decía: “Ven conmigo a un sitio apartado para descansar un poquito”…
A una madre de familia numerosa, trabajando fuera de casa, un fin de semana sin tareas domésticas, ya es seguro un descanso.
El Señor me tenía preparada una tarea sencilla, pero había que ser obediente. Aquello que escuchábamos en cada meditación, había que ejercitarlo en la oración personal. Con un punto fundamental: Tener el deseo de que el Señor te hable. Pedirle al Señor que derroche sobre ti esa Gracia de poder escucharle.

Yo ya sabía cómo funcionaban los Ejercicios de San Ignacio, pues un sacerdote jesuita así nos los había mostrado a mi marido y a mí hace unos pocos años. Y sabía que una de las cosas más importantes tras la meditación era la contemplación: “Leer el Evangelio como si presente me hallara”. Y aquí se centró mi oración: “Derrama Señor tu gracia sobre mí para poder releer tu vida como si presente me hallara. Contigo y como Tú, Señor”.
Ya nos había dicho Pablo Garzón, el sacerdote que dirigía estos ejercicios, que la oración no surte efecto en el momento, pero que si somos fieles a ella, surgirá la Gracia. Y yo, paciencia tengo, llevo muchos años rezando, aunque quizá me faltaba ese deseo del que tanto se hablaba.
Era sábado por la noche. Queríamos acompañar a Jesús en su discurso de despedida, reviviendo los preciosos dones de la Eucaristía y del Sacerdocio.
El sacerdote me invita con su mirada a leer la Palabra de Dios. Y yo, que tengo claro que es un privilegio proclamar la Palabra, me dije: “Allá vamos Señor”. Era la oración sacerdotal de Jesús, aquella en la que pide por Sí mismo, por los Apóstoles, allí presentes, y por toda la Iglesia futura. “Todo iba bien”, pensé yo. De repente, me toca proclamar. “Te ruego por ellos, Señor”.
Como yo tengo claro la importancia de rezar por otros, quería “poner cara” a aquellos por los que pedía la intermediación del Señor. Y levanté la mirada para identificarlos: ¡Era la Iglesia!, nuestra Iglesia, encarnada en algunos miembros de la Escuela de Cursillos, a los que tanto debemos pues su perseverante oración nos sostuvo durante el duro cáncer de mi marido.
A partir de entonces, no me salían las palabras. Sentí que era Jesús mismo el que hablaba, y cuanto más veces repetía “que sean uno, como Tú y yo somos uno”, más unida me sentía a mi Padre Dios.
Me pasé gran parte de la noche releyendo el pasaje:
“No ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste y son tuyos”.
“He velado por ellos y ninguno se ha perdido”.
“No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno”.
Me quedo con el final de este precioso evangelio:
“Quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que Tú me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo”.
Este es nuestra Fe, hermanos, ser conscientes de que desde la eternidad Dios tenía reservado un puesto para ti y para mí. Y también en el cielo. La clave es acercarnos con deseo al “Sol” que broncea nuestra alma: JESUCRISTO SACRAMENTO.
Mª Carmen Tarancón Merlo – Cursillo 712
M Ángeles Garcia
06/03/2023Las lecturas de ayer nos invitaban a dejar «nuestra tierra» y nos hablaban de la «Transfiguración»; eso han sido los EE, un intentar dejar nuestra tierra baldía para dejar al Señor que nos muestre como volver resucitados
María Garijo
06/03/2023Han sido unos Ejercicios Espirituales que me han llegado en el momento preciso.
Doy gracias a Dios, por haberlos disfrutado de lleno.
Desde ayer hay un punto de inflexión en mi vida espiritual.
No dejéis de hacer algunos E.E en esta cuaresma .
Besitos lleno De Colores
M Nieves Villarejo
06/03/2023Si me preguntan, qué he hecho este fin de semana? Contestaré que me han hecho un trasplante de corazón. Así me siento. Me han quitado el corazón viejo, agrietado, duro y lleno de adherencias.
Casi al inicio de una Cuaresma que yo intuía pesada, triste y cansina, me ofrecen todo un desierto para estar a solas con el Señor. Y salgo de allí con un corazón nuevo, saneado, sintiendo que esta Cuaresma será distinta.
No es que me tenga que privar y negar a cosas apetecibles, es que no tengo más remedio que hacerle sitio a ÉL , a ÉL que ha hecho TODO por mí.
Gracias al MCC por invitarme a estos Ejercicios Espirituales y gracias al padre Pablo por haberlos dirigido tan excelentemente.