
El puente de San Rafael, el 24 de Octubre, subí a la casa de San Pablo sin tener idea alguna de lo que suponía hacer un cursillo de cristiandad. Tras varias invitaciones y después de lo vivido con la pandemia decidí aceptar. Nunca pensé que encontraría un regalo precioso en un momento muy necesario para mí.Durante el cursillo he reconocido lo privilegiada que soy al haberme criado en una familia cristiana que me ha educado en la fe y saberme una hija de Dios querida por Él.
Así pues lo que más me impactó fue ser testigo de cómo el Señor iba tocando el corazón de los que nos encontrábamos allí. Cada uno de nosotros partía de un punto diferente pero todos hemos sentido su calor en nuestro interior y así se fue compartiendo muy generosamente en el grupo.
Es muy impactante comprobar como la Misericordia de Dios es infinitiva, la alegría que produce encontrarte con Él en el sacramento de la reconciliación y más aún, como esa alegría se contagia a todos los que estamos a su alrededor.
Si tuviera que describir mi experiencia en el cursillo sería similar a la parábola del hijo pródigo. El Señor nos estaba esperando, asomado al balcón, desde el primer momento en que nos distanciamos de Él, a todos los que subimos ese fin de semana a San Pablo. Pudimos comprobar su misericordia infinita al acurrucarnos de nuevo en sus brazos. Y después de ese reencuentro maravilloso, ser partícipes de una gran fiesta.
La fiesta culminó en la clausura dónde estaban aquellos que habían rezado por nosotros, sin conocernos, para que la gracia de Dios se derramara en nuestros corazones y fuéramos receptivos a ella. Como bien hemos aprendido, el Señor es todo un caballero, llama tu puerta pero si no le abres, respeta tu decisión y no pasa.
Comprobamos de nuevo, como la alegría de saberse hijos queridos de Dios, sus favoritos, fui cundiendo entre los allí reunidos.
Pero es que además, sabemos que el Señor tiene siempre su mano tendida para cuando nos caigamos y que será más fácil levantarnos si tenemos el apoyo de nuestra comunidad. No hay que olvidar que su gozo será igual de grande sin importar las caídas que tengamos.
Os confieso que la fiesta fue brutal porque tras reunirnos por primera vez después el cursillo todos seguíamos de resaca.
DE COLORES¡¡¡
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