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TESTIGO DEL AMOR DE CRISTO

Me enamoré del Señor en París. Con tan solo 17 años, mi fe heredada y que tanto agradezco a mis padres, se convirtió en un SÍ, tan rotundo, que aún hoy perdura. ¿Quién no se rinde ante la mirada de Jesús? Cuando le dices sí al Señor ya no hay vuelta atrás. Dice el Papa Francisco que: “decir sí al Señor significa tener el valor de abrazar con amor la vida”.

Al regresar de la JMJ comencé a colaborar en la Delegación Diocesana de Juventud haciendo mías las palabras de San Mateo: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Pero tengo que admitir que recibí más de lo que di. En aquella etapa de mi vida se asentaron los pilares que hasta ahora la sostienen. El Señor me regaló el don de la fe. Mis mejores amigos e incluso mi marido llegaron a mi vida en esos años.

Allí encontré también a mi mariposa, que enseguida hizo su trabajo y me invitó a un cursillo. Hice mi cursillo, en el mes de María. Ella siempre está en los momentos más importantes de mi vida. De la experiencia del cursillo me llevé el corazón lleno de muchas cosas que poco a poco tuve que asimilar e ir poniendo en práctica. Hoy destacaría el deber de ser fermento. De testimoniar mi fe viviendo en cristiano en todos mis ambientes, aunque a veces, muchas veces, suponga remar contra corriente.

Y como “no es bueno que el hombre esté solo”, en un cursillo de renovación el Señor me regaló “mi ayuda semejante”. Juntos hemos construido nuestra Iglesia doméstica, y es en ella donde ahora, de manera especial, nos toca vivir nuestro cuarto día.

Nuestra familia es escuela de oración. Intentamos cada día transmitir a nuestros hijos la necesidad de hablar con Dios, en la bendición de la mesa, en la oración de la noche, en el rezo del rosario,… Aunque en realidad son ellos los que nos enseñan a hablar con Él, con la sencillez y la confianza con que cualquier hijo le habla a su padre. La oración de la mañana de Álvaro, nuestro hijo más pequeño, es gritar delante del Santuario de María Auxiliadora: “¡Buenos días, Virgen María!”.

Como familia cristiana, la formación es esencial en nuestra vida: catequesis, cursos, charlas, libros,… Pero sin duda nuestro lugar de formación por excelencia es el grupo de matrimonios al que pertenecemos, en los Equipos de Nuestra Señora, en la Parroquia de la Esperanza. El equipo 44 es nuestro Betania, en él reímos, lloramos, rezamos, aprendemos,…VIVIMOS.

Además, por medio de nuestro matrimonio, nuestra familia está llamada a la evangelización. Ésta es nuestra acción. Educando a nuestros hijos en la fe y haciéndolos fuertes en ella, ante un mundo donde casi siempre falta Dios. Dando testimonio de vida como familia numerosa. La familia cristiana tiene que ser reflejo del amor de Cristo en su día a día, en lo cotidiano. En nuestro trabajo, tenemos la inmensa suerte de ser maestros de religión, haciendo de nuestra profesión una misión. Además, pertenecemos a la Hermandad del Prendimiento, donde sobre todo Juanma, pero también como familia, damos testimonio de nuestra fe. Decía San Francisco de Asís: “Predica el Evangelio en todo momento y cuando sea necesario utiliza las palabras”.


Marian Luque López – Cursillo Nº 830

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