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¿Sabías Qué… ? Los primeros textos bíblicos.

No se si alguna vez te has preguntado como se fueron inmortalizando los textos bíblicos más antiguos. Según algunos estudios, los textos bíblicos empezaron a escribirse anteriormente a la época de Moisés (1200 a.C.). Por esa época, escribir era un arte raro y caro ya que se solía hacer sobre tablas de madera, papiros o pergaminos que se elaboraban con cuero de carnero.

Por lo que sabemos, Moisés fue el primer codificador de las leyes y las tradiciones orales y escritas de Israel. Estas tradiciones fueron creciendo y quedando plasmadas lentamente por otros escritores (Josué, Samuel, Natán…) con el paso de los siglos, sin que hubiera una catalogación rigurosa de las mismas.

La iglesia, hasta el Siglo XVIII, admitía como autor del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) a Moisés; pero en los últimos siglos, estudios más exhaustivos han demostrado que Moisés debía de haber sido el autor de la obra al completo. Así también lo creyó Jesús «Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre.» (Marcos 7:10).

Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones.”(Génesis 17, 5).

La teoría que la Iglesia católica  acepta sobre los primeros escritos es que el pueblo de Israel fue creando su tradición tanto histórica como jurídica a partir de la llamada de Dios a Abraham para dejar la tierra de sus antepasados y dirigirse a Canaán en el Siglo XIII a. C.

Ya, después de Moisés, todo este conjunto de tradiciones se fue enriqueciendo poco a poco con todas las nuevas leyes que se iban introduciendo debido a los cambios históricos y sociales del pueblo de Israel.

A partir de Salomón (972 -932 a. C.) comenzaron a aparecer en la corte de los reyes, tanto de Judá como de Samaría grupos de escritores (escribas y sacerdotes) encargados de plasmar las tradiciones de Israel. De estos escritores nacen cuatro colecciones narrativas históricas que dieron origen al Pentateuco; Colección o código Yahvista (Y), el código Elohísta (E), El código Deuteronomio (D) y el código Sacerdotal (P).

El Código P contiene datos cronológicos y tablas genealógicas, ligando el pueblo del exilio a los Patriarcas, para mostrarles que fue el propio Dios quien escogió a Israel para ser una nación sacerdotal (Ex 19,5s). El código P enfatiza el Templo, el Arca, el Tabernáculo, el ritual y la Alianza. Todo indica que en el siglo V a.C., un sacerdote, tal vez Esdras, unió los códigos Y,E y P, colocando como apéndice el código D, formando así el Pentateuco o la Torá, como la tenemos hoy.

Si no fuera por la Iglesia católica, no existiría la Biblia tal como existe hoy. 73 libros canónicos inspirados por el Espíritu Santo. Todo esto fue posible tras un largo proceso de discernimiento por parte de la iglesia, que desde el tiempo de los Apóstoles, fue haciendo crecer la Biblia y descubriendo los libros inspirados.

“No creería en el Evangelio, si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia católica” (San Agustín).

Fueron varios siglos después de su creación cuando la iglesia llegó a conformar la biblia en su totalidad. Tuvieron que llevarse a cabo varios concilios, tanto regionales como universales hasta llegar al concilio de Hipona (393 d.C.) donde la iglesia decidió el canon o lista oficial de los libros que integran la Biblia en su totalidad.

El Catecismo de la Iglesia católica y el Concilio Vaticano II nos garantiza que “fue la Tradición apostólica la que hizo a la Iglesia discernir qué escritos debían ser enumerados en la lista de los Libros Sagrados (DV 8, CIC 120).

Por tanto, sin la Tradición de la Iglesia no tendríamos la Biblia. San Agustín decía: “No creería en el Evangelio, si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia católica” (CIC, 119).

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