En los tiempos en que vivimos, se puede decir que es un regalo de Dios, conocer a personas tan maravillosas como las que he conocido, casi desde mi cuarto día, en un grupo de acogida, al cual pertenezco desde diciembre de 2010, en la parroquia de Beato Álvaro de Córdoba, y dónde me siento muy unida. Allí nos reunimos todos los jueves, para continuar con la formación recibida, ayudándonos a seguir en el camino de la Verdad, y en mi grupo me han propuesto que hable de mi “Cuarto Día”.
Empezaré diciéndoos, que yo llevaba muchos años queriendo hacer unos Cursillos, pero siempre se quedaba ahí “quería”, y es que Dios siempre te pone en el lugar y en el momento oportuno, cuando Él cree conveniente, llegando por fin el 3 de diciembre de 2010 mi Cursillo de Cristiandad nº985. Fueron solamente tres días… pero que intensos, a pesar de que interiormente, al finalizar el primer día, pensé que no iba a descubrir nada nuevo pero, a lo largo del día siguiente, me sentía muy feliz y llena de Dios, de lo cual me sigo sintiendo gracias a Él, cada día.
Cuando allí se hablaba del “CUARTO DÍA”, pensaba que sería igual que cualquier otro día, pero no fue así, porque al tercer día, empiezas ya a digerir la formación recibida en esa, nuestra “Casa de San Pablo”. Acabó el Cursillo y no tenía ganas de venirme, parecía que me dejaba algo mío, como si hubiese estado viviendo allí muchos años. Fueron unos días tan bonitos…, y cuando bajaba me encontraba tan feliz, tan tranquila, relajada, es una sensación que hay que experimentar para describirla y siempre te quedarás corta.
En el “CUARTO DÍA”, sentía algo nuevo en mi interior, me sentía más Iglesia, como si toda la Iglesia del mundo estuviese en mis manos, tenía muchas inquietudes, muchas ganas de ayudar a los demás, de decirle al mundo que “Dios vive”, que está entre nosotros, que tenemos muchas cosas que hacer para mejorar el mundo poniendo nuestro granito de arena y, cuando nos llegue la hora de partir, llegar a Dios con nuestras manos llenas de talentos y no nos coja con las manos vacías. Siento que Dios está conmigo. Siempre le estoy dando gracias por todo, pidiéndole que purifique y aumente nuestra fe y que no nos suelte de su mano para seguir su Camino, es lo primero que hago cuando me despierto.
Todas las charlas fueron, muy constructivas e interesantes, pero concretamente en el sacramento de la Eucaristía, tomé verdadera conciencia de la importancia de la Eucaristía. Siempre, mi familia y yo, hemos sido católicos practicantes, será por eso que yo no concibo el no asistir a misa un domingo y fiestas de guardar, pero se quedaba ahí en ir a misa. Desde el “CUARTO DÍA”, siento que Dios está con nosotros durante la misa, invitándonos a su banquete y haciéndonos partícipe de su pasión, y de ahí mi afán porque todos asistamos a la Eucaristía y con fervor; también me ayuda mucho un librito: “La misa, antes, durante y después”, es muy pequeño y muy interesante.
En mi vida he pasado situaciones buenas, buenísimas, malas, malísimas y peores, pero siempre sabía que Dios estaba a mi lado y que, el Espíritu Santo, nunca me abandonaría, pero con tanta fuerza como lo siento en mi “CUARTO DÍA”… y es que para sentir a Dios, tienes que verlo con los ojos del corazón.
Cuando nos relajamos en la FE, que trabajito cuesta encontrar a Dios, por eso yo animo a todos, a mi familia, mis amigos, los que estén un poco alejados y perdidos, a buscarlo y en ningún lugar mejor que en la “Casa de San Pablo”, porque ya lo escuchamos en el Evangelio de San Lucas 11,9-10: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y os abrirá; porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama le abren”. Para que estas palabras den fruto, tenemos que desearlas con un corazón de carne y no de piedra. Un corazón de carne, es un corazón lleno de humildad, paz, sinceridad, amor y de esta forma podrá el Espíritu Santo actuar en nosotros.
Tenemos que acostumbrarnos a reflexionar con la ayuda del Evangelio, todos los días, aunque empecemos con diez minutillos al día; así iremos encontrando respuestas, sintiéndonos felices porque “Quién a Dios tiene, nada le falta”, por muchos nubarrones que veamos en nuestra vida, Él nunca nos abandona.
Finalmente desde mi testimonio del “CUARTO DÍA” os invito a todos los que no hayáis hecho el Cursillo de Cristiandad a hacerlo, porque de verdad es un regalo que Dios pone en nuestras manos para que con el trípode (ORACIÓN, ACCIÓN, FORMACIÓN) podamos llegar a encontrarnos a nosotros mismos y el “Camino de la Verdad”. Ya escribió San Agustín: “El secreto de toda sabiduría está en conocerte a ti, Señor y en conocerme a mí”.
Mª Carmen Molina Torres
Cursillo nº 985
Mari Paz Cobo Fuentes
17/04/2012Qué bonito Mari Carmen, qué bien lo has contado. Me ha encantado. UN SALUDO.