En agosto de año 1971 (acaban de cumplirse 40 años), el Señor me llamó a un Cursillo de Cristiandad y acepté su llamada. Allí encontré a un Dios distinto al que hasta entonces conocía. Un Dios cercano y amigo. Aprendí que la fe y el amor son los dos tesoros más grandes del cristiano. La fe que supone ponerlo todo en las manos de Dios, confiar y fiarse de Él como el mejor Amigo, decirle: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”,y aceptarla siempre, aunque a veces cueste. Y el amor que es darse a los demás.
Aprendí a decir sí a lo que el Señor me pida en la seguridad de que nunca me va a pedir nada que no pueda hacer. Aprendí a ser Iglesia en la Iglesia, y asumí el compromiso de dar, sobre todo, con el testimonio de mi forma de vida… ¡Cuanto había recibido! Por ello, a partir del siguiente día de mi Cursillo, comencé, aunque fallando de vez en cuando, a hacer realidad ese compromiso.
Dentro de mis posibilidades, y con la disponibilidad de mi tiempo libre, siempre he estado al servicio de mi párroco para colaborar con él en su misión evangelizadora, sobre todo, en las distintas catequesis (Confirmación, Cursillos Prematrimoniales, Confirmación de Adultos…).
Tras el Cursillo comencé a dar sentido a mi vida anunciando el Evangelio de Jesucristo, por el que me siento inmensamente pagado. Y aquí sigo en la brecha compartiendo, como puedo, mi vida apostólica con mi vida familiar, ahora más ajetreada al tener que atender a mis tres nietecitos que mi hija Inmaculada nos dejó cuando se fue al cielo hace algo más de dos años, aunque creo que con ellos, mi mujer y yo, nos santificamos, pues ahí también nos quiere el Señor.
Con el Señor de nuestra mano todo se puede, y con Él nuestra vida es de COLORES.
Conrado Redondo Cabrera
Cursillo nº 339
maria victoria yago
28/11/2011Gracias por compartir este lindo mensaje con todos nosotros, los que nos llamamos cristianos, lo practicamos y somos de colores. Mil gracias.