El pasado mes de junio, Juan mi marido, y yo, pudimos pasar unos días en la Casa de San Pablo, junto a un matrimonio de amigos muy queridos por nosotros, Amador y Mari Loli, haciendo el Cursillo de Cristiandad nº 994. Y me piden que cuente como ha sido desde entonces nuestra vida y, aunque no me resulta nada fácil escribir las cosas que sólo comparto con Dios, después de pensarlo detenidamente he decidido hacerlo.
Con gratitud recuerdo aquel atardecer que, llenos de gozo y alegría, llegamos a la Casa de San Pablo. No conocíamos a nadie, pero una vez realizadas las presentaciones, se fue creando un clima de colaboración y dialogo donde se respiraba mucha paz y comenzamos a encontrarnos como familia. Fueron unos días vividos intensamente, bajo la mirada de Dios, con grandes momentos de silencio en un lugar donde todo invitaba a la oración. Los temas de este Cursillo me parecieron todos muy interesantes, y nos sirvieron para enriquecernos espiritualmente e iluminarnos a cada uno para realizar el trabajo de cada día.
En pocos días, teníamos que recibir mucho, y os puedo asegurar que pronto tuve mi encuentro con Dios y pude sentir en ese momento en la capilla, -donde todos rezábamos junto al Sagrario-, que a Dios nadie se le puede resistir. Allí viví una de las experiencias más bonitas de mi vida, la cual jamás podré olvidar.
No puedo decir que hubo un antes y un después del Cursillo, pues, desde muy joven, he sentido la presencia de Dios. En mi juventud pertenecí a la Legión de María y, ahora, formo parte de la Asociación de la Medalla Milagrosa, donde un grupo de personas trabajamos en equipo ayudando siempre a los más desfavorecidos; somos un matrimonio que afortunadamente creemos en Dios y desde hace doce años pertenecemos a la Sección de Adoración Nocturna, teniendo por tanto el privilegio de poder pasar muchas horas en el silencio de la noche con Jesús Sacramentado.
Colaboramos en nuestra Parroquia de Bélmez en la limpieza, catequesis, en el archivo Parroquial…, y para todo lo que D. Jesús Enrique Aranda, nos necesita. Acompañamos a los ancianos de la Residencia Nuestra Señora de los Remedios regalándole nuestro tiempo y cariño, porque a veces la enfermedad más grande de la ancianidad es la soledad.
Todos los miércoles, desde hace seis años, disfrutamos con nuestra asistencia al taller de oración, donde Sor María Teresa, Hermana de la presentación de María, nos va formando cristianamente enriqueciéndonos en el espíritu, porque creo que es muy importante que estemos preparados en las cosas del Señor.
Sabemos que somos miembros de la Iglesia y que, como tal, tenemos una función que realizar, y que si no la realizamos nadie la realizará por nosotros.
Somos conscientes de que a Dios lo tenemos siempre muy cerca y que, a veces, está en la persona que tenemos a nuestro lado pero, sobre todo, sabemos que Dios es eternamente misericordioso y que siempre está dispuesto a perdonarnos cada día y en todo momento. Y eso hace que nos sintamos agradecidos porque permite que juntos vivamos nuestra vida a su lado, y le pedimos que siga fortaleciendo nuestra fe y nuestro amor. Cuando finalizó el Cursillo, ya en la clausura, pude sentir como Dios había tocado mi corazón de una forma muy especial y, durante estos meses, he procurado estar mucho más atenta a lo que É me pide para poderlo realizar, aunque a veces resulta muy difícil.
Hace sólo una semana que he vuelto de realizar ejercicios con las Hijas de la Caridad, donde he vuelto a experimentar la presencia de Dios y de nuevo le he vuelto a dar gracias porque siento que me da mucho más de lo que le pido.
Espero haber podido expresar lo que mi corazón siente con esta bonita experiencia que Dios nos quiso regalar en la casa de San Pablo, la cual nos ha enriquecido, y esperemos que por mucho tiempo.
Mª Carmen Pérez Ruiz
Cursillo nº 994
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