Sí, este es el lema que me ha ayudado a perseverar en mi vida religiosa; esa alegría que da el ser un cristiano comprometido con el Señor y con su Iglesia.
Desde muy joven, estuve en la Acción Católica en mi parroquia de Santiago. Eran tiempos muy difíciles, donde había mucha pobreza. Participé en diferentes misiones (Cursillo de Vida, clases nocturnas, Cáritas parroquial, coro, teatro, etc…). Alternaba la parroquia con la juventud carmelitana de Puerta Nueva, donde daba catequesis y participaba en el coro. Allí conocí a mi esposa, que también cantaba en el coro; los dos somos terciarios carmelitas. También he sido adorador nocturno y directivo de las hermandades de Las Angustias y Ánimas.
En 1963 contraje matrimonio en el convento de El Carmen, con la compañera que el Señor puso en mi camino, y trasladé mi domicilio a la feligresía de La Trinidad. En esta parroquia me encontré con mi buen amigo D. Antonio Gómez Aguilar (q.e.p.d.), donde he venido colaborando (parroquia, colegios, residencia, etc…). Don Antonio, me indicó en diferentes ocasiones que debía hacer un Cursillo de Cristiandad. Yo le contestaba que a mí no me hacía falta. Pero pensándolo bien, me di cuenta que el Señor me llamaba, una vez más, y me decidí a hacerlo (era octubre de 1976).
Para mí, el Cursillo, fue un regalo del Señor; aprendí a decir SÍ en todo momento, en lo que me pedía el Señor, en la seguridad de que el nunca me va a fallar. Me arrepentí de no haberlo hecho antes. Posteriormente, lo hizo mi mujer y mi hijo. Para mí, fue un nuevo encuentro con el Señor, y lo primero que descubrí es que todo lo que había hecho a lo largo de mi vida religiosa era mi obligación, porque yo soy Iglesia, cosa que me impactó e hizo fortalecer mi fe. El Cursillo centró mi vida. Inmediatamente, me incorporé a una reunión de grupo y a mi parroquia de La Trinidad, con más ganas de trabajar para el Señor.
Al año siguiente de hacer el Cursillo me llamaron para la Escuela de Responsables, donde aún continúo. He participado en varias vocalías (actualmente colaboro en la de espiritualidad). La Escuela de Cursillos para mí es mi sostén donde, a través de mis hermanos, me siento más cerca del Señor por la santidad que encuentro en ellos, y por su fe en Nuestro Padre Dios. Y, gracias a esa fe, Dios me ayuda con fuerza y resignación a afrontar los problemas que me han surgido con mi vista. Primero, fue la extracción del ojo izquierdo y, en el ojo derecho, llevo ya seis operaciones; mi visión en este ojo es muy pobre (un 15%), pero gracias al Señor me puedo defender.
Todos los cursos me vienen llamando para asistir a un Cursillo como responsable, al cual acudo con mucha alegría, pues a mí el Cursillo me da vida y esperanza, y me anima a seguir sirviendo al Señor con ilusión y entrega. ¡DE COLORES!.
Antonio Cabezas López
Cursillo nº 437
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