Hemos celebrado en nuestra Escuela de Cursillos un retiro para comenzar el Adviento y lo hemos hecho poniendo los ojos en el horizonte de aquel a quien nos encaminamos Jesucristo.
En la homilía nuestro consiliario nos animo a celebrar algo que ya sucedió, el nacimiento de Cristo, pero que se realiza cada día en la fuerza y presencia del Espíritu Santo.
Toda nuestra vida es un adviento, es una espera que debe estar llena de alegría del Espíritu Santo, por eso nos debemos preguntar cómo es nuestra oración, nuestra relación con Dios, como es nuestra vida. Esta realmente llena de alegría o esta apesadumbrada, oscura, negativa, pesimista.
Tenemos que dejar que sea el Espíritu Santo el que nos de el tono con el Padre.
Estas cosas que Dios se las ha revelado a la gente sencilla y que sin embargo no reconocieron los sabios y entendidos que podrán saber mucho de las escrituras pero que no fueron capaces de reconocer a Jesús. No nos podemos llenar de contenidos, sino de la alegría del Espíritu Santo
Esta alegría la sentimos en la medida que somos dóciles al Espíritu y estamos dispuestos a acogerlo en nuestro corazón.
Tenemos que ver si cuando nuestras expectativas fracasan son las nuestras en vez de las que nos inspira el Espíritu Santo.
Pidámosle al Señor que nuestro crecimiento sea en la docilidad y en la alegría. Que nos guie en nuestra vida, en la de nuestro movimiento y en la de nuestra Iglesia.
Que el romanticismo de los pastorcillos y de todo lo que rodea a la Navidad no nos soslaye algo que afecta por dentro como es nuestra renovación interior porque una vez más abrimos nuestro corazón a la esperanza porque llega nuestro salvador.
San Pablo
Adviento 2015
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