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Evangelio de Domingo II del Tiempo de Adviento, ciclo B

4/dic/2011

Allanad los senderos del Señor

del Evangelio según San Marcos 1, 1-8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»» Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: – «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

Comentario

En el salmo responsorial le pedimos al Señor: “Muéstranos, Señor, tu Misericordia y danos tu Salvación”. Y Dios nos responde en las lecturas de este domingo diciendo: “Consolad, consolad a mi pueblo”. “El  Señor llega con poder”. “Comienza  la Buena Noticia (Evangelio) de Jesucristo, Hijo de Dios”. “Dios no tarda en cumplir sus promesas”. “Jesucristo viene a instaurar un cielo nuevo y una tierra nueva en la que habite la justicia”. Son todas ellas Palabras de Esperanza,  Palabras de Vida, Palabras de Aliento  que nos da el Señor. Con el Señor la vida es diferente, la vida, como se dice en cursillos, “es de Colores”.

Cuando las personas y los pueblos atravesamos momentos difíciles a nivel económico, social, moral y espiritual, para el creyente hay siempre una profunda esperanza. Esperanza que hemos de vivir y esperanza que hemos de transmitir y contagiar a aquellos con quienes vivimos cada día. El cristiano debe vivir alegre y confiado, “con la alegre seriedad  de los hijos de Dios” que decimos en Cursillos.

Ahora bien, estas Palabras esperanzadoras de Dios exigen de nuestra parte la respuesta de la conversión, no podemos vivir de espaldas a Dios y querer disfrutar de sus promesas de vida. Dios quiere la vida para todos, no quiere que nadie perezca; pero para ello es imprescindible la conversión personal a todos los niveles:

  • Convertir nuestros pensamientos, que no se nos diga “tú piensas como los hombres no como Dios”.
  • Convertir nuestros sentimientos,  que se haga realidad aquello de “ tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús”.
  • Convertir nuestras conductas, pues bien sabemos que “el árbol bueno da frutos buenos, así  que por sus frutos los conoceréis”.
  • Convertir nuestro corazón, ya que “de lo que hay en el corazón habla la boca”.
  • Convertir toda nuestra vida, hasta decir “para mi la vida es Cristo” “vivo yo, mas no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mi”.

En una palabra, como nos dice San Pablo en la segunda lectura, si queremos gozar de la presencia amorosa del Señor que llega a nosotros “¡Cuán santa y piadosa ha de ser nuestra vida!” .

Antonio Murillo Torralbo
Párroco de Jesús Divino
Obrero de Córdoba

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