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Comenzamos con la humildad…

 

Tenía claro cuando fijamos el lema del curso 19-20, “Actúa con Justicia, Ama con Ternura, Camina con Humildad”, que era un lema comprometedor y que exigía una respuesta en la que se implicara nuestra vida completa, porque “Actuar, Amar y Caminar” exige dinamismo y movimiento, y “Justicia, Ternura y Humildad” exigen cambios en nuestra propia raíz humana.

A mitad de curso 19-20 apareció en España este nuevo habitante del planeta, llamado Covid-19, que cambió nuestra forma de comportarnos, de encontrarnos, de relacionarnos … y dejó en suspenso todos los planes hechos para el curso, poniendo sobre la mesa la necesidad de que la Confianza en el Señor gobernara nuestra vida, porque sería pura angustia vivir con este nivel de incertidumbre sin confiar.

A lo mejor para nosotros, caminar en humildad es algo casi imposible”.

Y ahora, con nuestro nuevo curso inaugurado, con las mismas pocas certezas y las muchas mismas incertidumbres que al acabar, basando el año en la confianza en el Señor, y sabiendo que Él se ha puesto a caminar con nosotros, rescato lo que sé quedó en el limbo por el virus, que era pensar juntos si nuestro caminar es en humildad. Y a lo mejor, esto guía toda mi reflexión del curso completo porque, o mucho me equivoco, o es esta forma de caminar algo muy fácil para nuestro Dios, pero casi imposible para los nosotros, los humanos.

San Bernardo tiene un sermón donde pone una imagen muy gráfica para ilustrar la importancia de la humildad en la vida de las personas: el santo abad nos dice que si un hombre quiere atravesar una puerta que es más pequeña que su altura, habrá de bajar la cabeza para de no darse un golpe y poder así entrar por la puerta; aunque que esa puerta sea solo un centímetro más baja que la estatura de quien quiere pasarla, éste habrá de bajar la cabeza para poderla pasar; desgraciadamente son muchas las veces que nos obstinamos en querer entrar altivos, sin agazaparnos, sin vivir de manera humilde y razonable. Y cuantas veces nos bloqueamos y no podemos conseguir lo que nos proponemos, por más golpes en la cabeza que nos demos.

El Espíritu Santo se manifiesta con fuerza en nuestra debilidad”

Un granito de mostaza, un poquito de levadura… Dios nos ha mostrado a lo largo de la historia de la salvación que no tiene necesidad de altura, sino que quiere apoyarse en lo pequeño, en lo humilde… Es en nuestra debilidad donde el Espíritu manifiesta su fuerza, por lo que el verdadero obstáculo para que Dios actúe no es nuestra debilidad, sino al contrario, no querer reconocerla. Pero cuando la reconocemos y dejamos actuar a Dios, transforma en nuevas todas las cosas, y donde había una pequeña semilla encontramos un árbol, donde había un poco de levadura maloliente encontramos un tierno trozo de pan y… ¿quién se acuerda ya de la semilla, de la levadura…?

Un pequeño virus está poniendo en jaque a toda la humanidad… quizá es momento de reconocer nuestra pequeñez, nuestra debilidad, que nos creímos dioses y pretendimos montar imperios con pies de barro… y entonces, podremos dejar hueco para que Dios, al que a veces echamos con nuestra prepotencia, pueda volver a reconstruirnos por dentro y hacernos de nuevo y con ello, transformar nuestro mundo herido en un nuevo mundo.

 

 

Yolanda Muñoz Ocaña

Presidenta del MCC/Córdoba

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Comentarios

  • Rafael Muñoz Ariza
    10/11/2020

    Tienes toda la razón del Mundo, y gracias por la reflexión.

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