Comparto estas líneas con vosotros para descubriros una cara menos conocida de nuestras hermandades y cofradías en nuestra diócesis.
Hay muchas comunidades cristianas que desarrollan nuestra tercera pata del trípode como es la acción en la sociedad de hoy, las hermandades y cofradías no son menos en este sentido.
Partimos de que las cofradías son un elemento dinamizador de la sociedad, por un lado, por la cantidad de empleo y desarrollo económico que generan, por ejemplo, artesanos, floristas, músicos, fábricas de velas, tiendas cofrades, turismo, hostelería, etc.., es enorme el impacto económico, generando un valor social global de 3.9 € por cada euro invertido.
Ya en el año 2009 hay estudios que reafirmaban esta circunstancia al tener un movimiento de 42,06 millones de euros y generar 1682 empleos directos e indirectos. Al mismo tiempo, son un elemento importante en determinadas ocasiones en el mantenimiento y conservación del patrimonio cultural, así como no podemos dejar atrás bajo ningún concepto la labor por mantener tradiciones como las cruces de mayo, casetas de feria tradicionales, etc. No pudiendo olvidar tampoco su contribución económica a la diócesis, por eso Mons. D. Demetrio Obispo de Córdoba, manifestaba en un artículo publicado el 21 de marzo de 2012 que “La Iglesia, también en su expresión cofrade,aparece no como un parásito, sino como bienhechora de la sociedad”.
Estos datos aportados, quedan al margen de las acciones individuales de cada hermandad realizadas mediante sus vocalías de labor social o sus diputados de caridad. Muchas son las hermandades que, en sus estatutos o reglas, tienen como misión de su existir no solo la evangelización mediante la manifestación pública de su Fe y el culto a sus sagrados titulares, sino la misión del ejercicio de la caridad como camino a la santidad. La mayoría de hermandades destinan un porcentaje de sus ingresos al ejercicio de la caridad, ayudando en las caritas parroquiales, prestando ayuda a sus hermanos necesitados con alimentos pagos de servicios necesarios para tener una vida digna, manteniendo a familias de su feligresía, aportando material escolar, acompañando a grupos vulnerables de nuestra sociedad, aportando recursos a la vida consagrada, manteniendo pisos para familiares de enfermos sin capacidad, aportando bienes y dinero a fundaciones u organizaciones de la Iglesia.
Las hermandades y cofradías, con sus pasos e imágenes sagradas, muestran en las calles la misericordia infinita del Señor muriendo en la Cruz por nosotros, muestran la esperanza de la resurrección que da sentido a nuestra Fe y la entrega de María como madre fiel. Pero descubramos que, de una manera silenciosa y casi escondida como el nazareno con su antifaz, muestran el rostro de Dios en el ejercicio de la caridad. Seamos capaces desde nuestro movimiento de llamar y servir a las Hermandades y a sus hermanos para que, desde el encuentro personal con Cristo, lleven la luz del rostro de Dios, el rostro del Amor, que se hace visible en la ayuda y acompañamiento a los más necesitados.
José Manuel Castilla Peinado.
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