Esta foto es del viaje a la Beatificacion de JPII. Estuvimos tirados en la calle tres días, mal durmiendo y mal comiendo, llovió, pasamos frío, pasamos calor…; pero, sabíamos que teníamos que estar allí.
Llevo un rato delante del ordenador y no se por donde empezar, quizás este sea nuestro fallo, el no saber como contar las maravillas que Dios hace en nuestra vida. Yo he tenido la gran suerte de haber nacido en una familia creyente y educado en un colegio religioso. Pero nada de esto habría supuesto nada en mi vida de fe, si el Señor no hubiera puesto en mi vida a gente que me ha ido guiando y conquistando para Él. Yo hice el Cursillo 900, en octubre del año 2004, muy jovencito. Yo no conocí al Señor en la casa de San Pablo. Por suerte, -creo-, había tenido conciencia de Él desde siempre. Lo que si me encontré fue con una realidad increíble: la necesidad de ser y sentirse Iglesia, la grandeza que supone para un hijo adquirir las responsabilidades de su Padre, la misión compartida que supone el ser familia.
Desde entonces estoy en casa, así me siento, como el hijo prodigo que vuelve, no por pecador, -que también-, sino porque estoy en las tierras de mi Padre, con mis hermanos y al servicio de su viña. El pago por ello es más que ropa nueva, anillos y corderos cebados… Es la sensación que todos tenemos cuando estamos en casa de nuestros padres; sentirse amado, arropado, protegido, cuidado, defendido…
En casa de mi padre siempre hay un sitio en la mesa para los hermanos, siempre hay quien esta dispuesto a echar una mano, hacer un favor… Como una familia normal, y como miembro de ella, tengo claro que aquí hay que arrimar el hombro para que mi familia no se sobrecargue.
Y así me puse un día, «Padre, aquí estoy para hacer lo que me pidas». Tengo clara una máxima en mi vida, que si bien es verdad que la Oración y la Formación son imprescindibles en la vida de un cristiano, la Acción y el Compromiso con la familia es lo único que es capaz de mantenernos unidos entre nosotros y unidos con el mismo Dios. Un cristiano parado no es un cristiano.
La Iglesia es mi familia, ella es Madre y en ella están mis hermanos. Madre que acoge, protege, auxilia y consuela y en ella encuentro reposo. Desde siempre ha estado allí, en mi colegio, en la Delegación de Juventud, y claro, en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. A mi también me toca ser hermano, acogedor, protector, auxiliador y consolador.
Y, por supuesto, siempre al servicio de los pastores que me han guiado: obispos, sacerdotes y, sobre todo, el Santo Padre. Sin olvidarme de tantas personas que Dios ha ido poniendo en mi vida, día a día, y reencontrando en mi caminar, y que me han ayudado en mi misión evangélica. Desde mis párrocos, catequistas, profesores, familia y amigos…, hasta toda esa gente que me ha querido dañar o perseguir por cuestión de mi vida de fe, de mi forma de creer o la manera de vivir. Gente que también es muy importante, porque me ayuda a madurar y reforzarme en mi fe.
Para mí, este es el misterio de ser cristiano. En muchas ocasiones, podría haber estado en muchos otros lugares, haciendo otras muchas cosas, pero siempre supe que estaba, y estoy, donde mi Padre quiere que esté: en su casa, en mi casa, con mis hermanos.
Manu Agudo Ruiz
Cursillo nº 900
Comparte tus opiniones
Sin comentarios