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Experimenté la llamada de Dios para seguirle

   Ya hace dos años que inicié mi «Cuarto Día». Hice el Cursillo 979, a finales de abril del 2010. Durante esos tres días, de mucha convivencia, experimenté la llamada de Dios para seguirle, pero eso implicaba grandes cambios en la manera de vivir hasta ese momento. Mi ser cristiano tenía que cambiar, mi actitud tenía que ser otra.

   Ante la formación y, sobre todo, ante los testimonios recibidos en el Cursillo, tanto del equipo de responsables como de los compañeros cursillistas, me sentí empequeñecido, así entendí que endeble era mi fe y que poco la vivía.

   Inicié mi Cuarto día lleno de temores y dudas ante la perspectiva de emprender el camino que el Señor mi había indicado para seguirle. Constantemente le pedía a Él que me ayudara, y al Espíritu que me iluminara, pues sin su ayuda no podría iniciar mi andadura.

   Empecé por plantearme “las tres patas del trípode” sobre el que debía basar mi fe, y lo primero que hice fue llevar a la práctica la primera pata, la oración. Hasta hoy trato de rezar, con los altibajos propios de mi debilidad humana, pero convencido de que sin tener una conversación con el Padre no podemos ir por el camino que nos ha trazado.

   La segunda pata, la formación, la consideré imprescindible, ya que sin ella no podemos conocer a Cristo, y por tanto, ni amarle, ni cumplir sus enseñanzas. También la necesitaba para conocer a su Iglesia, pues su tarea no se puede cumplir en solitario.

   Para la práctica de esas dos patas cuento con el Grupo de Acogida de Beato Álvaro de Córdoba en el que estoy integrado. Todos los jueves nos reunimos para celebrar la Eucaristía, exponer unos textos sagrados o eclesiales, con comentario posterior de cada uno de los componentes y, por último, exponer las circunstancias individuales de nuestra vida real. Con nuestras reuniones  crecemos como personas, como cristianos y como amigos.

   La tercera pata, la acción, es para mí consecuencia de las otras dos, porque una vez fortalecido puedo acometer la acción que, en principio, me parecía de lo más difícil de llevar a cabo. Desde, y con mi grupo, “Camino de Dios con los Pobres”, de la Parroquia de la Inmaculada y San Alberto Magno, trato de llevar a la práctica las Obras de Misericordia con los  hermanos más desfavorecidos mediante el reparto de alimentos y la relación personal con ellos. También recibimos, dentro del grupo, formación sobre temas de caridad. Individualmente, siempre estoy atento a todo lo que me rodea porque el Señor nos pone en nuestro camino al prójimo más necesitado, y si no estamos atentos no nos daremos cuenta de que para hacer buenas obras, dignas a los ojos del Señor, no tenemos que salir de nuestro entorno.

   Para terminar tengo que confesar que mi “caballo de batalla” es dar testimonio de mi fe, es lo más difícil de cumplir. Espero que apoyándome en las “tres patas del trípode” en un futuro inmediato pueda vencer mis recelos y cobardías para dar testimonio de mi ser cristiano. De colores.

José Enrique Ciria Parras
Cursillo nº 979

 

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