Lourdes y yo, nos conocimos en la pastoral de nuestra facultad (ETEA); una pastoral a la que, seguramente, llegamos por ese impulso tan especial con el que uno baja del Cursillo, sintiéndose orgulloso de su profesión de fe y con ganas de gritar que contar con el Señor te va a cambiar la vida, o mejor dicho, la forma de ver y afrontar la misma.
Los dos hicimos nuestro Cursillo por el ecuador de la carrera universitaria. Hasta entonces, sin conocernos, nuestros caminos habían sido muy parecidos; familias cursillistas y colegios cristianos. En varias ocasiones, hemos comentado lo que supuso el Cursillo para nosotros y, curiosamente, coincidíamos en que éste tendría que ser un punto de inflexión, a partir de cual, era el momento de “complicarse” de verdad con el bendito compromiso de ser testigo de Cristo.
La pastoral, comienzo de nuestra relación, no era otra cosa que dar testimonio en la facultad. Hacer eso mismo que hacíamos en nuestras parroquias, grupos, movimientos y demás ramas de la Iglesia, en definitiva, que se notara que antes que estudiantes, éramos cristianos.
Estamos seguros que parte de nuestros premios han tenido como base el invertir horas de nuestro tiempo en la pastoral universitaria. Él es el mejor pagador, aquel que nunca falla y que siempre rentabiliza hasta la menor de las operaciones.
Desde que hemos dejado la facultad y siendo sinceros, estamos corriendo el riesgo de no caminar en Comunidad, honestamente, no por falta de “ofertas”, pero de momento las circunstancias son distintas. En cualquier caso, seguimos manteniendo la idea de animarnos a cualquier invitación que suponga un mayor acercamiento al Señor, pues la vida es inmensamente más sencilla con su presencia.
Con respecto a nuestros amigos, después de tanto tiempo juntos, podemos agradecer que contamos con su respeto y apoyo, desde la distancia, pero siempre nos han entendido. Pensamos que lo importante no es pretender cambiar al otro, sino mantenerse cada uno es y convencer con los hechos de la alegría que supone el camino del Señor.
Hoy por hoy, nuestro ambiente es algo distinto al de la facultad. Somos tremendamente afortunados de pertenecer al mercado laboral. Centrados en nuestras obligaciones, y con el tiempo apremiando, siempre uno mismo, a veces, despreocupa lo realmente importante. Sin embargo, ahora nos toca dar testimonio en la empresa y ello, simplemente, se consigue manteniendo la alegría y forma de ser que caracteriza a un cristiano, puesto que antes que cualquier profesión que se desempeñemos, somos hijos de Dios.
Ángel Ruiz Bustos y Lourdes Rodríguez
Cursillo nº929 y nº957
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