En el método del MCC se distinguen tres fases o etapas, inseparables e insustituibles: Precursillo, Cursillo y Poscursillo. Aunque el Cursillo es la fase más conocida e identificativa, las tres articuladas de forma armónica son igualmente importantes y sólo la aplicación adecuada de las tres posibilita y garantiza que se consiga la finalidad del Movimiento, ya que cada una tiene su objetivo concreto y su desarrollo propio.
Además de las tres fases, el método del MCC se caracteriza por una serie de rasgos esenciales, que lo definen: kerigmático, es decir, que se centra en la proclamación jubilosa de lo fundamental cristiano, hecha por testigos y con vistas a la conversión; es por tanto un método en el que el testimonio de vida compartido y las relaciones personales de la amistad son cauce fundamental para la experiencia religiosa, en el que se complementan la dimensión personal y la comunitaria. Por otra parte, como en todo método evangelizador, la oración y la celebración son pilares fundamentales, soporte de toda la vivencia y dimensión esencial de la experiencia cristiana.